viernes, 29 de junio de 2018

Cusco: Peregrinaje al encuentro de dos dioses, el inca y católico


INTI ALABADO. El último día de mayo, Cusco celebra al Señor de Qoyllurit'i, una imagen grabada en una piedra que apareció hace más de doscientos años en un santuario ubicado en el distrito de Ocongate, provincia cusqueña de Quispicanchi. El ritual central lo constituye una peregrinacióna más de cinco mil metros de altura con un Cristo crucificado para esperar la salida del Sol, la deidad de la civilización incaica.

Cusco. Es la procesión más extensa del Perú. Una verdadera peregrinación que parte del santuario de Qoyllurit'i antes del mediodía y llega a Tayankani, una comunidad de Ocongate a más de cinco mil metros de altura, con un Cristo crucificado, el señor de Tayankani. 

El objetivo es claro: llegar en la madrugada, antes de que despunte el sol. Habrá un ritual. El encuentro de dos dioses, el inca y católico, acto conocido como Inti Alabado, máxima expresión del sincretismo religioso. El primero representado en el sol y el segundo en un crucifijo. 

Asistir al cónclave demanda esfuerzo. Son 24 horas de caminohasta el sitio sagrado denominado Intilloqsina, donde arriban los primeros rayos solares. Lo más duro de la peregrinación ocurre en la noche. El frío y el cansancio son los peores enemigos del devoto más férreo.

Cuando uno está por desfallecer, el zumo que brota de las hojas de coca al ser masticadas ayuda a calmar los malestares físicos.

Es casi la una de madrugada del miércoles 30 de mayo. La caminata comenzó al mediodía del día anterior, justo después de que el sacerdote encargado del Santuario del Sinak’ara culminó la misa en honor al Señor de Qoyllurit’i (en quechua Estrella de Nieve), en las alturas del distrito de Ocongate, provincia de Quispicanchi.

Algunos retornan a casa después de la bendición. Otros parten en peregrinaje, un recorrido cuya tradición se remonta hace 238 años, desde la aparición del Señor de Qoyllurit’i grabado en una piedra, donde se ubica el Santuario.

PANTEÍSMO CATÓLICO

Emprendimos la travesía golpeados por el abrasador sol de la cordillera andina. Adelante avanzan las comparsas de danzantes: los Pabluchas o Ukukus, legendarios personajes, mitad hombre, mitad oso, que guían al rebaño de fieles.

Los integrantes de las comunidades peregrinas, llamadas naciones, llevan en brazos al Señor de Tayankani, seguido por la Virgen Dolorosa. Una extensa hilera de devotos avanzan bajo la tutela del Ausangate, el nevado más imponente de la región de Cusco.

-¿Llegarás?, es lo primero que uno escucha cuando se plantea efectuar el recorrido. Es una advertencia para los debutantes. Sus fortalezas físicas y espirituales deben estar bien afiatadas.

Con la duda sembrada, uno mismo se pregunta entonces si logrará asistir al Inti Alabado. En la tradición inca y católica está prohibido vacilar en estos actos de fe.

¡Si dudas, mejor no vayas!, sentencian los abuelos.

A unos metros, suenan cinco notas musicales de la vivaz y contagiante armonía del chakiri wayra (los pies en el viento). Es la banda sonora de la procesión, un ritmo que invita a seguir la marcha. Serán aproximadamente 30 kilómetros de empinadas cuestas y pronunciadas pendientes.

Dos horas después de andar sin descanso, llega la hora del almuerzo. Machucruz (cruz vieja) es el lugar elegido por los fielespara compartir alimentos en una mesa común armada en el suelo. Se sirven maíz tostado con queso, maná, carnes cocidas y golosinas. Una dieta reconstituyente para recobrar fuerzas y seguir la procesión hasta Yanakancha, donde habrá otro receso, algo prolongado.

“La procesión la realizamos hace 238 años. Somos las naciones de Paucartambo y Quispicanchi las encargadas de llevar al Señor de Tayankani”, dice Efraín Jurado Sánchez, rey de la danza Qhapaq Chuncho de la nación Paucartambo. 

Lomas que parecen interminables, una casa hecha de piedra e ichu con un panel solar de energía y un corralito de alpacas a pocos metros de una laguna forman parte del paisaje que recibe una vez al año las danzas de las ocho naciones.

Los Pabluchas ponen orden. Los Wayrichunchos son hijos predilectos del Señor. Estos, con pasos de baile que imitan el saltar de niños contentos, abren el camino a la cruz. Los acompaña el sonido ceremonial de pututos o caracolas marinas.

Durante la procesión, ningún devoto puede acercarse a la urna a manera de cruz que guarda al Señor de Tayankani. Si estás cerca de la venerada imagen, tampoco puedes llevar prendas en la cabeza. Es una falta de respeto a la divinidad

Según la historia regional, el señor de Tayankani es el madero de tayanka en forma de cruz que apareció al pie de la roca donde quedó grabada la imagen del señor de Qoyllurit’i, en 1780. Años después, aún en la época colonial, a esta cruz se le llevó a España. Nunca más retornó al santuario.

La imagen que ahora recorre en procesión es otra. Mide 50 centímetros. Fue elaborada de yeso, adornada con las plumas de guacamayos y otras aves de la selva y un quitasol colorido similar al usado por el Inca cuando recorría el Tahuantinsuyo.

Antes que el sol caiga, el Señor de Tayankani reposará en una humilde capilla en la comunidad de Yanakancha. Cuando sale la luna, reinicia el recorrido. 

PELIGROS SOBRENATURALES 

El sendero está marcado por una serie de peligros geográficos y climáticos encarnados esencialmente en las temperaturas bajo cero. Sin embargo, los miles de fieles hablan de una amenaza del otro mundo. El kukuchi o condenado que merodea las montañas.

Para espantarlo los devotos realizan una representación de la persecución y captura del condenado, personaje malvado que no pudo entrar al cielo ni al infierno.

Estos malignos deambulan por la cordillera durante la transición de la tarde con la noche, conocida como la hora azul. Según la creencia popular, el condenado es un hombre vestido con hábito de monje; puede interrumpir la procesión nocturna o hacer daño a los peregrinos. Los devotos también son compasivos con este hombrecillo. Dejan sus calzados en el camino para que los use en su lastimero andar por nevados y montañas.

TRAMO FINAL

Tres horas de descanso son insuficientes, la peregrinación debe continuar. Si durante el día el sol dificultó el camino, ahora vendrá el frío. El viento helado de la cordillera latiguea la cara.

La luna redonda como un queso alumbra el recorrido. También hay bengalas encendidas por aquellos que van más adelante.

El chakiri wuayra sigue sonando y el eco de las montañas rebota los bellos sonidos. La música es señal que el Señor de Tayankaniavanza a buen paso.

Al costado del camino, unos Pablitos, botiquín en mano, atienden a un caminante. Su compañero dice que se quedó pasmado ante una misteriosa aparición. Lo atacó el kukuchi, dicen algunos. Los incrédulos aseguran que fue un mal viento. Un sorbo de cañazo y coca será el remedio.

Llegamos al calvario, el lugar más alto del recorrido. Uno cree que está en medio de la nada. Suena el celular, hay señal de telefonía. Son casi las dos de la madrugada y estamos a menos cuatro grados Celsius de temperatura.

Lo que sigue es el descenso. Por un largo sendero cuesta abajo, conocido como Escalerayoq. El peso de la mochila y los más de 75 kilos de masa y grasa corporal se sienten en las piernas. Pero seguimos en forma automática a pesar que el cerebro prefiere detenerse.

Minutos de magia

A las tres de la madrugada llegamos a Intilloqsina. Allí el Sol alumbrará con sus primeros rayos al Señor de Tayankani, a los peregrinos, danzarines y curiosos.

El frío no cede. Los pututos y el chakiri wayra suenan con fuerza y despierta a la multitud. El Señor de Tayankani ha llegado a la cita. Solo falta que aparezca el Tayta Inti encarnado en luz solar.

Se forma una hilera de más de un kilómetro de danzarines y pabluchas al borde de la montaña cuando el reloj marca las seis de la mañana. El silencio reina.

Aparece el astro rey por el horizonte. Sus primeros rayos disparan a la tierra y caen directamente sobre el Cristo de las Nieves. Es imposible evitar la emoción. Los fieles caen de rodillas. Es como si la luz sanara los estragos de la noche.

Solo unos minutos dura el mágico encuentro tras 24 horas de caminata. Cuando la luz dora al Cristo de Tayankani, se desata la fiesta. Los danzantes celebran. No hay cansancio, frío, ni calor y zigzagueantes bajan hasta la comunidad de Tayankani, con un símbolo de hermanamiento. De allí la procesión continuará hasta Ocongate.

La República.