miércoles, 8 de agosto de 2018

La fiesta de la reforestación


El queuña o polylepis es un árbol emblemático de las zonas altoandinas. Sus troncos retorcidos y su follaje siempre verde se pueden ver a partir los 4 mil metros sobre el nivel del mar, siempre rodeado de ichu y en las zonas rocosas y quebraditas que llegan a las faldas de los nevados.

Es uno de los árboles más útiles del hombre andino. Además de proporcionar leña y ramas para corrales, su corteza se usa para preparar jarabes para males respiratorios (propios de la heladas) y también se usan como tinte para tejidos tradicionales.

Hoy en día, el queuña también es símbolo del cambio climático: sus ramas y follaje funcionan como "atrapanieblas" que se transforman en agua por goteo.

El ganado vacuno y los camélidos sudamericanos buscan los bosques de queuñas. Y también son hábitat de animales silvestres como el puma y zorros.

Pero son estas virtudes las que pusieron en peligro de extinción a este árbol altoandino. A mediados del siglo pasado se lanzó la primera alerta, pero fue hace 17 años cuando la Asociación de Ecosistemas Andinos (Ecoan) puso en practica un programa de reforestación que logró sembrar 1 millón doscientos mil polylepis. De ahí que, a partir del 2015, se instauró en las cuencas altiplánicas de Cusco el denominado Queuñaraymi.

Miles de comuneros se reunen hasta lograr más de 100 mil plantones en un solo día, en medio de bailes y cánticos.

A partir del 2019, el Queuñaraymi también será celebrado en Bolivia, Chile, Argentina, Ecuador y Colombia. La iniciativa de Ecoan cuenta ahora con el apoyo de la Global Forest Conservation.

Los países andinos le dirán al mundo que unidos sí se puede trabajar por la conservación del planeta (con información de Iván Reyna)

La República.