viernes, 10 de noviembre de 2017

Turismo en Cusco más allá de Machu Picchu.



“De nuestras plantas, de nuestros árboles, saco mis canciones”, dice Mauricio Quispe y empieza a cantar en quechua, su lengua materna. Quispe es músico y socio de La Tierra de los Yachaqs, asociación que promueve el Turismo Rural Comunitario (TRC) en el Valle Sagrado de los Incas. “Bonito sienten nuestros pasajeros. Bailamos y cantamos. Con nuestra alegría, se regresan contentos a su país. Ay, qué lindo Huchuy Qosqo”, dice....

La Tierra de los Yachaqs denomina a sus turistas “pasajeros”, “compañeros” o también “hermanos”. Como asociación inició sus actividades en 2011, y al año siguiente fue incluida en el programa de TRC del Ministerio de Comercio Exterior y Turismo (Mincetur). Hoy tiene una oficina de ventas en Cusco y, en las nueve comunidades que la integran, hay coordinadores de actividades y fiscalizadores de servicios. Cada comunidad tiene un producto estrella: textilería andina en Amaru (Pisac), medicina tradicional en Patabamba (Coya) y caminata a las canteras en Cachiccata (Ollantaytambo).

En la comunidad de Janac Chuquibamba, distrito cusqueño de Lamay, existe la denominada “Ruta de la Achupalla”, una planta extendida en la quinta parte de su territorio. La vida de esta comunidad gira en torno a ella, ya que sirve como alimento para los animales y es un indicador importante de si habrá poca o bastante producción de maíz. Su tronco se usa como leña, insumo para la preparación de ungüentos medicinales y también para hacer artesanías. Además, gracias a sus propiedades nutricionales, el susacuro, gusano que vive en su interior, es un ingrediente fundamental en la dieta de los niños. 

Embajadores comunitarios

El Mincetur define al TRC como toda actividad turística que se desarrolla en el medio rural y se basa en la participación de las poblaciones locales organizadas. La idea es compartir con los visitantes las costumbres y tradiciones locales y, sobre todo, hacerlos sentir parte de la familia.

Para Nilo Hancco, promotor del programa TRC del Mincetur destino Valle Sagrado, los anfitriones son embajadores de nuestra cultura: muestran su artesanía, gastronomía, música, etc. Cada vez que un turista llega a un emprendimiento, ve —y experimenta— una realidad distinta a la suya. “El TRC es compartir la experiencia. El turista no tiene que ser solo un observador, tiene que vivir el día a día de las comunidades, sentirse parte de las familias”, señala Pilar Montesinos, presidenta y responsable del área comercial de La Tierra de los Yachaqs.

Los visitantes de la comunidad Huchuy Qosqo (“Pequeño Cusco”, en quechua) son recibidos con música. En la bienvenida, cantan y bailan con los lugareños. También van al campo y recolectan los productos que luego usarán en la preparación de los platos tradicionales andinos, como pachamanca o trucha rellena. En esta comunidad, reconocida por sus extraordinarios vestigios incaicos y su gastronomía, los turistas aprenden a cocinar de la mano de sus anfitriones. Y por las noches, alrededor de una fogata, escuchan las historias de su gente.

Este es el valor diferencial de este tipo de turismo: la importancia de lo vivencial. Como indica Luz Marina Quispe, guía local de Huchuy Qosqo, “cuando vienen nuestros pasajeros, los recibimos como un hermano, una hermana; y vamos a la chacra, cocinamos y comemos juntos”. Por un lado, los visitantes valoran mucho sentir la energía y cariño de sus anfitriones; por otro, también tienen responsabilidades, como respetar el patrimonio arqueológico y los recursos naturales.


Capacidades fortalecidas

Es verdad que el turismo es aún una actividad complementaria para estas comunidades. Las principales siguen siendo la agricultura, la crianza de animales y la artesanía. Sin embargo, el turismo y en especial el TRC “es un aporte económico adicional y puede mejorar la calidad de vida de las familias”, dice Hancco. Si antes era difícil acceder al sistema educativo, ahora los hijos de los emprendedores están asistiendo al colegio y, en algunos casos, preparándose para ser guías de turismo.

“Somos conscientes de que con el TRC no queremos que nuestras costumbres se vuelvan algo comercial. No queremos que este trabajo sea solo para generar ingresos económicos, sino también para revalorizar nuestra cultura y mantener la identidad de las comunidades”, dice Montesinos.

Las capacitaciones en gastronomía, alojamiento, técnicas de guiado, atención al cliente, entre otros, son necesarias para que los emprendimientos de TRC puedan ofrecer servicios de calidad. “Al capacitarse, también han mejorado su calidad de vida, por ejemplo, al hacer un plato balanceado para sus hijos”, añade Montesinos. Para Hancco, es fundamental seguir fortaleciendo las capacidades: “en algunos casos, cuando no hay una orientación básica, ellos [los emprendedores] pueden tener toda la iniciativa de querer recibir a turistas, pero no la capacidad”.

De acuerdo al Informe mundial sobre las mujeres en el turismo (2010) del Banco Mundial, el turismo ofrece mejores oportunidades que otros sectores económicos para las mujeres en aspectos como fuerza laboral, iniciativa empresarial y liderazgo. El TRC se presenta como una alternativa de desarrollo que frena la migración a la capital y genera inclusión social. Por un lado, beneficia a los lugareños, brindándoles oportunidades económicas; por otro, los turistas experimentan de primera mano la riqueza cultural de estas comunidades.

Fuente RPP Noticias